El flujo de especialistas y profesionales del mantenimiento en uno y otro sentido, entre las diferentes grandes industrias que sostienen históricamente la economía de nuestro país, no tendría que ser un fenómeno que llame la atención en particular, después de todo, la constante búsqueda de la mejora personal, la oferta y la demanda de los mercados laborales, el desplazarse entre la selva, la sierra, la costa y viceversa, el recalar en operaciones dispares, conocer personas de diversas procedencias, asimilar incontables métodos y tecnologías (entre otras cosas), es lo que va nutriendo aquello que llamamos “nuestra experiencia”, la cual, a medida que se acumula y se consolida, nos va tallando el espíritu, y en ese proceso, va convirtiéndonos en individuos con privilegiadas características, requeridas para aquellas ocasiones en las que, a pesar de las limitaciones, los tiempos cortos, los imponderables y las insoslayables presiones, los activos productivos deben ser diligentemente atendidos para garantizar el permanente éxito de las empresas.